Como ya comenté en un anterior artículo, nuestro cerebro es muy bueno detectando patrones y es una de las formas más potentes que tenemos para aprender. Nos permite centrarnos en las diferencias y no tener que aprender continuamente las partes comunes.
Pero esos patrones no los detectamos de forma consciente, es un proceso que se se hace continuamente de forma inconsciente. Nuestro cerebro hace muchísimas comprobaciones rápidas. Comprueba recuerdos y patrones parecidos, para poder categorizar lo que percibimos por los sentidos y entenderlo.
Este proceso es muchísimo más rápido de lo que somos capaces de hacer de forma consciente. Porque, aunque haya gente que aún cree en la «multitarea», la realidad es que tenemos un número muy reducido de cosas que podemos mantener en nuestra atención consciente y de tareas que somos capaces de hacer a la vez (de forma consciente, otra cosa son las tareas que tenemos automatizadas).
Un ejemplo sencillo de detección de patrones que hacemos continuamente es el de identificar objetos, como las mesas de la foto.
Todas tienen formas y características diferentes, aún así, sabemos que son mesas. ¿Por qué?
Pues porque una día (siendo niños) aprendimos lo que era una mesa típica (una tabla con cuatro patas sobre la que se ponen objetos), luego vimos otra que se parecía, pero no era igual, así que ajustamos nuestro patrón para que encajaran las dos.
Más adelante fuimos viendo otras mesas y fuimos creando un patrón más genérico, menos dependiente del contexto y sirviera para para más casos diferentes.
Esto lo hacemos sin darnos cuenta (si no sería un dolor de cabeza) de forma constante con todos los objetos que nos rodean, lo que nos permite reconocer nuestra realidad.
Y, ¿cuál es la mejor manera de ser buenos reconociendo mesas?
¿Viendo y reconociendo muchas mesas «clásicas» o viendo muchas mesas diferentes y en contextos diferentes?
Evidentemente, la segunda opción.
Nuestro cerebro tiende a asociar lo que aprendemos al contexto en donde lo aprendimos.
Por eso es mucho más fácil recordar lo que estudiamos si hacemos un examen en condiciones muy parecidas a las que teníamos cuando estudiamos (lugar, luz, sonidos, nivel de estrés, música…).
Hay experimentos que lo demuestran.
Pero dominar una materia significa, en parte, que se puede reproducir lo aprendido en cualquier circunstancias. Y esto se consigue variando las condiciones en las que se estudia o practica.
Si hablamos de estudiar, contrariamente a las recomendaciones típicas, sería mejor hacerlo sitios diferentes, con diferentes tipos de luz, sonido ambiental, estado mental, etc, en vez de siempre en el mismo sitio con las mismas condiciones «ideales».
Y si hablamos de una habilidad física, por ejemplo el tiro libre en baloncesto, sería mejor practicar tiros desde distintas distancias, distintos balones, distintas canastas, en movimiento, en parada, etc, que practicar infinitos tiros libres en la misma canasta, con el mismo balón, en la misma canasta, desde la misma posición.
La opción clásica de practicar muchísimos tiros «ideales» hasta que seamos «expertos» en ese tipo de tiro, puede parecer que funciona mejor (sobre todo durante los entrenamientos), pera la realidad es que de la otra forma nos volvemos mucho mejores tirando, independientemente del contexto.
Aquí les dejo un artículo muy interesante donde se profundiza un poco en esto:
Bad practice? Good work — You’re probably learning more than you think
Y la realidad siempre pasa en un contexto diferente de aquel en el que practicamos o aprendemos 😉
Y esa es una de las razones por las que viajar, conocer otras culturas, leer libros, conocer gente diferente, etc, nos «abre la mente», es una manera de descubrir nuevos conceptos y patrones, pero también de ver los que ya conocemos en diferentes contextos.
Así que intentemos varias más lo que hacemos, leemos, practicamos y, sobre todo, el contexto en el que lo hacemos.
Seremos realmente mejores en aquello que aprendemos y practicamos.