Moverte más para entrenar menos

En artículos anteriores expliqué que estamos continuamente «entrenando» y lo importante que es la salud de la musculatura esquelética y el movimiento para la salud cardiovascular y para la salud en general.

Salvo que nuestra profesión requiera una actividad física más allá de lo normal (atletas profesionales, bomberos, soldados, etc), normalmente nos entrenaremos para mejorar nuestra salud.

El ejercicio físico no es más que un invento del ser humano (relativamente) moderno para acercar nuestras capacidades físicas actuales a las que deberíamos tener.

 

Si usáramos nuestro cuerpo en toda su plenitud, poca diferencia habría entre ambos cuerpos.

A medida que hemos creado tecnología (desde la silla o la rueda a los coches o los ordenadores), hemos ido usando cada vez menos y de forma más limitada nuestro cuerpo. Pero la tecnología no sólo limita nuestros movimientos, sino que condiciona nuestra manera de movernos. Pañales gigantes que cambian nuestra forma de gatear y andar cuando somos pequeños, zapatos que elevan el talón cambiando nuestro centro de gravedad al andar, ropa ajustada que limita ciertos movimientos, horas sentados en sillas que nos adormece nuestros glúteos y evita que los usemos cuando hace falta, etc.

El mundo moderno tiene muchas cosas buenas, pero también nos aleja cada día más de nuestro potencial físico y de nuestra salud.
El ejercicio físico y el entrenamiento busca contrarrestar estos efectos nocivos y acercarnos a nuestro yo potencial.

 

Una de las razones principales de nuestra atrofia crónica, de nuestra falta de forma física, de nuestra mala calidad de movimientos es precisamente lo limitado de nuestros movimientos. Ya sea porque tenemos los pies siempre encerrados en zapatos, por pasar miles de horas sentados en la misma postura, por pasarnos el día encorvados frente a nuestros ordenadores y móviles o por no ponernos nunca de cuclillas, la realidad es que rara vez movemos nuestros brazos por encima de la cabeza o por detrás de nuestro cuerpo; rara vez flexionamos las piernas más de 90 grados o abrimos la cadera; rara vez flexionamos la cadera (solemos pensar que lo hacemos pero, en realidad, doblamos la columna); rara vez estiramos del todo las puntas de los pies o flexionamos del todo el tobillo…

Esto no sólo es una lista de las cosas que no hacemos y que nos aleja de nuestro yo ideal, sino una lista de las cosas que podemos hacer en nuestro día a día para mejorar sin necesidad de entrenar.

Vamos a ver un ejemplo simple:
Si llevamos zapatos con tacones (prácticamente todos tienen algo de tacón) todo el día, todos los días, el «tendón de Aquiles» se adaptará haciéndose más corto. Lo mismo pasará con los gemelos y el sóleo.
Esto nos causará molestias cuando corramos y cuando estemos descalzos. Así que estirarlos parece una buena opción. Dedicar unos minutos al día o cada X días a estirarlos sería un buen «entrenamiento» para mejorar este problema.

Pero, ¿y si camináramos todos los días con zapatos sin tacón, camináramos más tiempo descalzos y fuéramos por superficies irregulares que forzaran al pie a moverse en múltiples direcciones y ángulos mientras caminamos?

pies_pendiente

El resultado sería que no habría una adaptación a un ángulo específico del tobillo, se activarían más músculos y tendones del pie, aumentando el riego sanguíneo y la salud de sus tejidos y, en resumen, no necesitaríamos hacer estiramientos para mover el pie de forma natural. O, al menos, muchísimo menos.

Con esto quería explicar un poco como, la mayoría de las veces:

Es más importante y se consiguen mejores resultados, moviéndote más, de formas más variadas, pero cada día, que entrenar puntualmente para contrarrestar los problemas de no habernos movido lo suficiente o en rangos muy limitados.

 

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