Como casi todo el mundo, odiaba las interrupciones.
Odiaba estar trabajando en un problema complejo (cuando trabajaba como programador o como administrador de sistemas), redactando un documento importante, estar en «la zona» y que me interrumpieran 🙁
O cuando hace 20 años, mi pasión era la escalada y me lesionaba muy a menudo. Tenía que parar durante días o semanas de hacer algo que me gustaba mucho y siempre me pasaba cuando más a tope estaba 🙁
O cuando decidía ponerme a comer bien, conseguía hacerlo y tener una rutina, pero me surgía un viaje que me rompía la rutina y con ella los buenos hábitos alimenticios 🙁
Supongo que podrán encontrar muchos ejemplos similares en sus vidas.
Pero, como casi todo en la vida, lo importante no es lo que ocurre, sino lo que haces o cómo te lo tomas.
Por ejemplo, en mi época de escalada pasé casi más tiempo lesionado que escalando, pero aprendí cosas útiles como saber hacer un vendaje funcional, que los músculos se fortalecen mucho más rápido que los tendones ( No todo se fortalece a la misma velocidad ), a tener paciencia y empezar poco a poco tras la recuperación.
De cada lesión aprendí algo nuevo sobre ese tipo de lesiones, cómo curarla, como rehabilitar tras la recuperación, cómo prevenirla.
Podría decir que me he hecho un máster en lesiones 😛
La cosa es que las interrupciones no sólo son una oportunidad para aprender, sino que son parte de la vida y nuestro cuerpo lo sabe.
A estas alturas ya se habrán dado cuenta de que los planes nunca salen como diseñamos y que la vida es impredecible. Las interrupciones son parte de la vida.

Escena de la película Pulp Fiction.
Y nuestro cuerpo no sólo es «consciente» de ello, sino que se beneficia de ellas.
Por ejemplo, se han hecho estudios que demuestran que se recuerda más y mejor cuando estudiamos algo y nos interrumpen, que cuando estudiamos sin interrupción (aunque pueda parecer una locura).
Una posible explicación es que el cerebro suele «pasar página» cuando acaba una tarea, pero se estresa si no acaba la tarea y hace lo posible para mantenerla en la memoria el tiempo suficiente para poder terminarla.
Evidentemente esto se convierte en un problema cuando tenemos mil tareas a medias y por eso todos los métodos de productividad personal buscan centrarte en una tarea a la vez y en «externalizar» todas las tareas pendientes a un papel, programa o cualquier cosa que haga que el cerebro no tenga que recordar que eso falta por hacer.
Algo similar pasa con la alimentación y el ejercicio. El cuerpo prefiere la variablilidad. Se adapta muy rápido a cualquier cosa que hagamos a menudo y se especializa.
El precio de esa especialización es que, si bien eres más eficiente en lo que eres especialista, eres mucho peor que antes en el resto de cosas.
Por eso es tan importante saltarse la «dieta» de vez en cuando o variar nuestras actividades físicas, porque algún día tendremos una «interrupción» y no podremos comer o movernos como hemos planeado y más nos vale haber practicado «salirnos del plato» 😉
Entender que las interrupciones son parte de la vida, aceptarlas y aprovecharlas, nos reducirá el estrés y la frustración de verlas como «el enemigo» y nos entrenará a llevarlas cada vez mejor.
Como explico en el vídeo, mientras más nos expongamos a esas interrupciones, a esos cambios en el plan original, mejor preparados estaremos para cuando pase.
NOTA: El vídeo es una charla tecnológica que di hace año y medio en Microsoft, pero está relacionado con lo que explico en el texto.
Me gusta!!!
Este es uno de los artículos que mi mente por alguna razón se niega a aceptar jejeje tienes una referencia de esos estudios? Me pica la curiosidad! Abrazote y gracias por seguir enseñándonos 🙂
Te comprendo Fer 😉
Buscaré los estudios para enlazarlos, pero puedes echarle un ojo a este libro, que le dedica un capítulo a este tema y nombra varios estudios:
«How we learn»
https://www.goodreads.com/book/show/19288640-how-we-learn
Un abrazo y gracias por el apoyo 🙂